Por qué en la era digital el dato es pura poesía

Tradicionalmente, si a la hora de tomar una decisión se ponían en una balanza datos vs. criterio personal de quienes debían decidir, casi siempre resultaba vencedor de la contienda el segundo elemento. Y no es que los datos fueran infravalorados o se dudara de su rigor. Lo que solía argumentarse es que éstos resultaban fríos, muchas veces descontextualizados y casi siempre insuficientes para interpretar una situación dada, y que el verdadero valor añadido lo aportaba el directivo o responsable que sabía pasar ese apoyo que le brindaban las métricas por el filtro de su experiencia y know how sobre una determinada materia, sector o función.

La revolución digital que ha traigo consigo la irrupción masiva de tecnologías exponenciales como la IA, machine learning o IoT, o conceptos como big data o smart data, han cambiado radicalmente esta percepción. Porque las nuevas capacidades que la digitalización ha traído a las empresas han elevado a los datos a otra dimensión, una dimensión en la que la información deja de ser un mero elemento consultivo para convertirse en un factor esencial para la toma de decisiones en cualquier empresa que quiera seguir siendo competitiva.

En ese contexto, los datos se erigen en una inagotable fuente de conocimiento empresarial que permite no solo identificar en tiempo real cualquier tipo de tendencia, ya sea de los clientes, los competidores o los propios empleados de la empresa, sino anticiparse a ellas gracias a los modelos predictivos que las herramientas actuales de procesamiento de datos son capaces de generar.

Si a ello le sumamos la creciente capacidad para obtener nuevos interesantes datos procedentes de distintas fuentes, tanto internas como externas, que facilita la tecnología, las posibilidades para que la empresa tome buenas decisiones a partir de su estudio crecen tan exponencialmente como lo hacen los propios datos. 

En un contexto, además, marcado por volatilidad y la incertidumbre, las métricas son esa brújula imprescindible que permiten descifrar y encontrar luz dentro de la oscuridad de lo complejo.

Se necesitan, eso sí, poderosas y sofisticadas herramientas basadas en IA de análisis y procesamiento de datos, ya que cuanto más se alimente a la máquina con esa valiosa materia prima, más será capaz de hacer magia con ella y transformarla en material de primera para tomar las mejores decisiones empresariales.

¿Quiere decir esto que los humanos están de sobra esa todo este proceso? ¡Por supuesto que no!  Simplemente que los tomadores de decisiones ya no se encuentran solos ante el abismo de la responsabilidad que supone marcar el rumbo de una compañía. Es más, el imperio del dato no les convierte en vasallos, sino en verdejos generales de cinco estrellas. Ya que, gracias a ellos, van a poder brillar tomando esas decisiones creativas, disruptivas y audaces que antes no se atrevían a tomar porque no tenían las espaldas cubiertas.