La nueva normalidad está suponiendo un redescubrimiento de nosotros mismos tanto en el terreno profesional, como en el personal.
Somos legión los que estamos haciendo de la adversidad virtud, aprovechando estos días de confinamiento, a lo que prefiero llamar retiro, porque si cambio el término y el modo de nombrarlo me encuentro mejor. Ha cambiado nuestra actividad “normal”, a la que estamos acostumbrados, para pasar a ocupar nuestro tiempo de vida y profesión explorando nuevas y apasionantes oportunidades vitales y de negocio; para llevar a cabo esos planes que las urgencias cotidianas pre-coronavirus nos impedían poner en práctica, y para lanzarnos de cabeza y sin paracaídas a otras aventuras que seguramente, en otras circunstancias, ni siquiera habríamos contemplado en nuestro menú de cada día.
Situaciones extraordinarias exigen medidas extraordinarias.
Por esa razón, creatividad e imaginación son seguramente las herramientas más valiosas para cualquier profesional en tiempos convulsos como estos.
Es ahora cuando hay que atreverse a mirar la realidad de forma desacostumbrada. Porque los entornos no elegidos y no tan positivos, son también caldo de cultivo para el surgimiento de nuevas alternativas.
Lo estamos viendo constantemente estos días y en diferentes niveles. Desde las personas que están descubriendo ahora las ventajas del teletrabajo, hasta los profesionales que están adaptando a toda velocidad sus negocios a estos parámetros que nos marca el virus, por ejemplo, trasladando a los entornos digitales, a través de webminars, videos y otros formatos, los productos y servicios que están prestando de manera presencial.
La tecnología está jugando un papel determinante en este proceso de reinvención, y está siendo una tabla de salvación para muchos negocios. Con el efecto colateral, además, de que esta crisis está sirviendo para meter una velocidad más al imparable proceso de transformación digital de los negocios. Y precisamente son los mas rezagados en esta carrera, las pequeñas empresas y los profesionales autónomos, quienes más se están viendo beneficiados de este ‘chute’ de digitalización que nos impone el confinamiento.
El manual de primero de incertidumbre es muy claro al respecto. El conformismo o la inacción son pésimos aliados en situaciones difíciles. ¿Qué mejor momento para sacar al aventurero que llevamos dentro que cuando las circunstancias reclaman dar lo mejor de nuestros mismos? Aunque no pueda parecerlo, ahora también es tiempo de probar nuevos productos, de cuidar a nuestros clientes y de captar nuevos, de establecer alianzas, de trabajar colaborativamente de iterar, de atreverse a hacer cosas diferentes.
El ambiente además es propicio para los exploradores. Un ejemplo, nunca antes LinkedIn había estado tan abierto a recibir con los brazos abiertos nuevas ideas y propuestas.
Hay una corriente de solidaridad y de generosidad que trasciende el puro sentido del negocio. Se trata de crear un nuevo ecosistema de energía colectiva que siente las bases para o que venga después.
En ese contexto, se está produciendo la mágica conjunción de dos tipos de situaciones, profesionales en los que confluye una doble vertiente, la de la reinvención a través de nuevas ideas, y la de la curiosidad para recibir y considerar las propuestas de los demás. Un círculo virtuoso del que pueden -y, de hecho, ya están surgiendo.- muy buenas oportunidades de crecimiento para todos.
No se trata de ser neciamente optimista.
No se puede ocultar que la economía está atravesando un momento muy difícil y que son muchos los que ya están sufriendo y sufrirán sus consecuencias.
Pero sí, positivo. Y valiente. Valiente para darse cuenta de que si el coronavirus nos cierra puertas, también nos invita a cruzar otras que antes de su llegada tal vez no nos atrevíamos a abrir.