Los entornos empresariales actuales son tan complejos, variables, presentan tantas variantes complejas, tantos imprevistos y factores a considerar, que la única forma de mantenerse en la senda del éxito es teniendo un ojo puesto en el aquí y el ahora y el otro en el mañana. Para tratar de adelantarnos al futuro y que, sea lo que sea lo que éste nos depare, no nos sorprenda sin capacidad para estar preparados o para reaccionar si fuese necesario. También es importante considerar la capacidad de adelantarnos a los hechos que, en modo de tendencia, se detectan en los diferentes mercados. La pregunta que surge entonces es: ¿de verdad podemos jugar a ser adivinos empresariales?
La respuesta es: ¡no!, Necesitamos pasar, cada cierto tiempo, por un proceso de consultoría estratégica.
La capacidad para pensar de manera estratégica es una de las principales claves del éxito empresarial. Es la que permite las organizaciones ir dos pasos por delante del mercado, de las preferencias de sus clientes y de las propias inercias internas de la empresa, que, inevitablemente, van a intentar llevarla por el camino de lo “conocido” en la humana (y errónea) creencia de que es la fórmula más segura porque ya les funcionó en el pasado.
Pero la realidad es que hoy no hay forma de suicidio empresarial más segura que confiar ciegamente en el pasado, aunque se trate de un pasado glorioso y respetado. El problema es que, muchas veces, esa capacidad para salirse de la comodidad de lo conocido para adentrarse en la incertidumbre de lo que está por venir no es fácil de encontrar en el seno de la organización. Se necesita una visión externa que, siendo respetuosa y buena conocedora de la cultura y la historia de la empresa, tenga también la suficiente perspectiva e independencia para plantear caminos alternativos en la toma de decisiones. Esa visión la aporta la consultoría estratégica.
Un consultor estratégico es un profesional externo que, de un modo desapasionado pero muy analítico, es capaz de trazar mapas, itinerarios y objetivos de largo recorrido para la compañía. Tiene la capacidad para incorporar a las dinámicas históricas de la empresa nuevas variables como la sostenibilidad, la digitalización o los nuevos códigos generacionales de trabajadores y clientes. Y es capaz de reflexionar acerca de cómo estos elementos afectan a los procesos internos, condicionan las interacciones con los grupos de interés y pueden convertirse en obstáculos o factores para el éxito empresarial.
La consultoría estratégica es especialista en tender puentes, en generar nuevas conexiones entre el pasado, el presente y el futuro de la empresa. Se maneja siempre en esta doble velocidad que sabe conjugar el negocio tradicional con la innovación, la atención a las demandas presentes de una sólida base de clientes fieles con la búsqueda de nuevos públicos y nichos de mercado, la necesidad imperiosa de asegurar la facturación de hoy con la búsqueda de los ingresos del mañana.
Naturalmente, el consultor estratégico no está solo en esta compleja misión. De hecho, solo tendrá éxito en ella si se convierte en socio ‘estratégico’ de los líderes formales de la compañía. Ambos deberán compartir una misma visión y un mismo objetivo, y, cada uno desde su esfera, sumar esfuerzos y talento para alcanzarlos.