Un reciente estudio del Foro Económico Mundial revelaba que el 54% de los trabajadores del mundo va a necesitar actualizar sus habilidades antes del año 2022. El arrebato tecnológico entrando en muchos tipos de trabajo de forma urgente, estando desprevenidos, la pandemia mundial del coronavirus, con sus devastadores efectos en el empleo y la aceleración sin precedentes que ha generado en los entornos empresariales, justifica esta urgencia formativa. Nos encontramos en un punto de inflexión en el que el mercado de trabajo atraviesa por un proceso ultra rápido de redefinición. Un momento en el que las empresas han de replantearse sus modelos de negocio y determinar qué tipo de habilidades y competencias necesitarán sus empleados para enfrentarse a esos nuevos retos.
La incertidumbre es como el invierno que se cierne sobre el bosque, un manto gélido bajo el cual escasea el alimento y las condiciones de vida se vuelven precarias y peligrosas para sus habitantes. Aunque hay animales que saben adaptarse muy bien a sus rigores. El oso pardo, por ejemplo, se prepara con mucha antelación y concienzudamente para la llegada del frío. Durante los meses previos al desplome de los termómetros sigue una dieta rica en grasas para nutrir su cuerpo de reservas suficientes. Después busca un lugar resguardado y seco, que acondiciona con ramas, para hibernar en su interior hasta la llegada de la primavera. Y cuando el Sol vuelve a acariciar las copas de los árboles, el oso sale de su letargo para retomar a sus actividades diarias con renovadas energías.
Los profesionales y las empresas también podemos ser un poco el oso pardo, y prepararnos para superar este invierno figurado, que se presenta de improviso, sin fecha de fin, al que llamamos nueva normalidad. Solo que, en nuestro caso, en lugar de una dieta hipercalórica y un refugio caliente, la mejor forma de prepararnos para este nuevo mundo es la FORMACIÓN, con mayúsculas.
Flexibility at Work es un estudio llevado a cabo por Randstad en este convulso año 2020, asegura que el 30% de los trabajadores necesitará realizar modificaciones sustanciales en su puesto de trabajo. Los propios profesionales son cada vez más consientes de esta necesidad. El 75% de los usuarios de LinkedIn, según una encuesta realizada por esta red social profesional, manifiesta un claro interés por seguir formándose. Más que nunca, es momento para el ‘reskilling’ y el ‘upskilling’.
Se avecinan cambios drásticos en el mundo del trabajo y los profesionales reclaman herramientas para enfrentarse a esa transformación con plenas garantías.
El papel de las empresas en este proceso de adaptación a la nueva realidad es vital. La responsabilidad de las empresas en la capacitación de sus plantillas es una obligación tanto desde el punto de vista empresarial, ya que sin ella no podrán seguir siendo competitivas, como moral y de compromiso hacia todos sus stakeholders.
Es muy importante que en estos momentos tan complicados las organizaciones vuelquen sus energías y sus emociones en lograr que sus empleados se sientan queridos y valorados. No existe palanca de motivación y fidelización más poderosa para un profesional que la percepción de que su empresa se preocupa por su desarrollo. Y una de las principales maneras que tienen las compañías de demostrar esa preocupación es a través de la formación.
En momentos de incertidumbre la formación es una inversión segura para la empresa, una inversión que sus empleados le devolverán con creces y por partida doble en el futuro. Primero porque, cuando todo esto pase y el empleo vuelva a ofrecer opciones a quién quiera buscarlas, estos profesionales no olvidarán quién estuvo a su lado cuando las cosas pintaban mal. El 94% de los encuestados por LinkedIn declaró su predisposición a permanecer en su empresa si esta decidiera invertir en su aprendizaje y desarrollo.
Y segundo, porque gracias a esa formación recibida, estos trabajadores estarán mejor preparados para realizar de una forma más eficiente y productiva sus funciones adaptadas a al futuro esperado. Aunque para lograr este doble beneficio, es muy importante que la empresa adecúe sus políticas formativas a las actuales circunstancias del mercado. No sirve cualquier cosa. La formación debe ser útil, de aplicación inmediata y adaptada a los nuevos formatos flexibles, ágiles y digitales que exige esta ya nada nueva normalidad. En ese sentido, contar con socios formativos fiables y contrastados, que sepan responder a este nuevo ‘mindset’ de incertidumbre será de gran ayuda.
Por el contrario, las empresas que opten por recortar la formación de sus profesionales por no considerarla prioritaria, estarán firmando su certificado de defunción porque perderán competitividad y, con toda seguridad, también talento. Ellas y sus trabajadores serán de las que, cuando llegue el invierno (y ya está aquí, lo tenemos encima) se vean a la intemperie, sin comida y preguntándose: “¿cómo hemos llegado hasta aquí”?
¿Y cómo se pueden preparar empresas y profesionales para este duro invierno? Los periodos de incertidumbre son un buen momento para parar, para detener un instante el incesante pedaleo en que a menudo nos vemos enfrascados sin darnos cuenta. Como el oso pardo tumbado plácidamente en su cueva, nosotros también podemos hacer una pausa para analizar cuáles son esas nuevas exigencias que nos demanda el mercado de trabajo y canalizar nuestros esfuerzos en darles la mejor respuesta.
También es una época perfecta para intentar acercarnos a ese gran desconocido con el que convivimos: nosotros mismos. Para reflexionar acerca de qué herramientas nos han permitido llegar hasta esta fase del trayecto, y sobre cuáles vamos a necesitar para alcanzar las siguientes. Es hora de profundizar en nuestro autoconocimiento y reforzar nuestro talento desde nuestras fortalezas.
Por último, debemos trabajar nuestra marca personal, para el diseño de un escaparate de empleabilidad que nos de visibilidad tanto dentro como fuera de nuestra empresa. Para que cuando salgamos de la cueva, todo el bosque se fije en nosotros. Ah, y la excusa del “no tengo tiempo” no sirve.
¡Es ahora o nunca!