Escrito por Fernando Botella, CEO de Think&Action
Cae en mis manos/Ipad un artículo publicado en el diario El Confidencial y titulado “Esto es a lo que dedican de verdad su tiempo los profesores, aunque no quieran”, donde alertan de la burocratización del trabajo del docente. Leo en él que las tareas administrativas (“actas de las reuniones de ciclo, de los encuentros con los padres, memorias de evaluación, autoevaluación, unidades didácticas, reuniones de orientación educativa, informes individualizados para cada alumno, programas de diversidad, más evaluaciones y otros papeleos”) ocupan hasta el 25% del tiempo de los profesores, lo que dificulta sus labores diarias -la preparación de sus clases- e impiden que se dediquen a la investigación.
Como asegura Richard Gerver, educador y conferenciante, “la educación es un asombroso regalo; el más importante y poderoso que cualquier sociedad civilizada puede conceder a sus jóvenes”. (añado que, por ende, también concederse a sí misma). Así que la lectura de este artículo me deja una sensación de preocupación: ¿qué está pasando con la enseñanza? ¿Qué sistemas y modelos educativos tenemos? ¿Qué papel otorgamos en la sociedad actual a nuestros docentes? Y, especialmente, ¿qué va a pasar con nuestros jóvenes?
La enseñanza es la vía del crecimiento y del desarrollo del ser humano, la llave más poderosa de transformación con la que contamos.
Malala Yousefzai, Premio Nobel de la Paz en 2014, afirma lo siguiente: “Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo”.
Transformar el mundo transformándose
Precisamente el cambio protagoniza gran parte de mi labor profesional. Me dedico a diseñar, acompañar y facilitar procesos de transformación para organizaciones y profesionales, y en todos los casos, siempre digo que el cambio empieza por uno mismo. En el caso del sistema educativo también lo creo así. Su poder de transformación del mundo está directamente relacionado con su capacidad para replantearse modelos y sistemas actualmente en vigor.
La necesidad es obvia: en un entorno de cambio tan vertiginoso e intenso como el que afrontamos actualmente, la educación no puede permanecer al margen del mismo. Y es que, además, algo está fallando en el sistema actual. Por dar un solo dato: España es el país de la UE con mayor porcentaje de estudiantes que abandonan el colegio; la tasa de abandono escolar supera el 20% en nuestro país, casi el doble de la media europea, según datos de Eurostat. Es, por tanto, un clamor el desajuste entre el sistema educativo actual y las necesidades de la sociedad –presentes y futuras-.
Profesionales con mente de artista
Futuro… ¿por dónde va a transcurrir el futuro? ¿Qué tipo de profesionales necesitará nuestro mundo? ¿Qué profesiones serán las más demandadas?… son preguntas que me planteo a menudo. No tengo ni idea de cuál serán esas profesiones, pero de lo que no me cabe duda es que muchas todavía no están ni inventadas. A pesar de ello, sí que tengo claro el tipo de profesionales que serán necesarios en cualquiera de ellas: profesionales con mente de artista. Todas las profesiones del futuro, sean las que sean, van a requerir artistas en sus filas. ¿Artistas? Sí, artistas, es decir, personas con capacidad de diseñar futuro y gestionar velocidad de cambio; personas capaces de desafiar convenciones, asumir riesgos y atreverse a ser y hacer cosas diferentes. Serán esas habilidades las que marquen la diferencia y el éxito en un futuro complejo y en constante evolución.
Habilidades vs. conocimiento
Las habilidades van a adquirir, por tanto, un mayor protagonismo que el conocimiento. No quiero decir con ello que el conocimiento no sea relevante, que lo va a seguir siendo, pero deja de ser lo único y el centro de todo. No debemos olvidar que el ser humano es producto del cuestionamiento de sus conocimientos, ellos ha sido el motor de la evolución, así que una cosa es que sean importantes y otra, incuestionables. Y para que se produzca ese cuestionamiento del conocimiento son necesarias las habilidades.
Sin embargo, volviendo al presente y al presente del sistema educativo actual, que es lo que hoy nos ocupa, en las aulas sigue siendo el conocimiento la piedra angular sobre la que gira todo, como bien indica el propio Gerver: “El sistema educativo se ha centrado en el conocimiento y se ha olvidado de las habilidades”. El problema es que el conocimiento por si sólo no educa porque no termina de hacer que las cosas sucedan. Es el hacer y no el saber el que garantiza la capacitación y el aprendizaje.
El conocimiento por si sólo no educa porque no termina de hacer que las cosas sucedan. Es el hacer y no el saber el que garantiza la capacitación y el aprendizaje.
Además, otro “problema” con el que nos encontramos es que el conocimiento se ha expandido hasta límites insospechados y está al alcance de cualquiera. Esto nos coloca en una doble tesitura: por un lado, los alumnos tienen la información a golpe de click, lo que hace que haya mermado su interés por adquirirla e interiorizarla (esta desconexión explica en parte las tasas de abandono escolar), y, segundo, esa grado máximo de accesibilidad a datos hace urgentemente necesario despertar y desarrollar en ellos la capacidad de análisis, enjuiciamiento y evaluación de la información, para que no se conviertan en meros consumidores de lo primero que encuentren.
Preparar para un futuro por descubrir
El modelo clásico, la memorización de conocimientos para superar un examen, no genera personas creativas, autónomas, capaces de pensar por sí mismas y resolver problemas. La educación actual no prepara a nuestros jóvenes para el futuro que les tocará vivir, en el que pocas serán las certezas disponibles y muchos los retos por descubrir.
La educación actual no prepara a nuestros jóvenes para el futuro que les tocará vivir, en el que pocas serán las certezas disponibles y muchos los retos por descubrir.
Es por ello que necesitamos cultivar su imaginación, la capacidad de generar divergencias, alternativas a lo ya establecido, y, principalmente su curiosidad por aprender, porque éste es un proceso que les ha de acompañar toda la vida. Hacerse preguntas de manera continua, desafiar el statu quo, ponerse retos, experimentar e investigar serán “tareas” permanentes para ellos. Y hacerlo en modo colaborativo, generando dinámicas compartidas que son el caldo de la mejora continua.
Capacitar para que sean capaces
Como padre, que mis hijas aprendan matemáticas, lengua y otros conocimientos me preocupa y mucho, pero todavía más, su desarrollo desde una perspectiva más integral y global, atendiendo también su desarrollo emocional, creativo y colaborativo para que crezcan como seres autónomos. Quiero que mis hijas estén capacitadas pero, ante todo, que sean capaces. Creo que éste es el gran reto que como sociedad tenemos, responsabilidad de todos, y es momento de que las aulas se abran a ello y recuperen el auténtico ser del aprendizaje. La palabra escuela procede del griego “escoleia”, que significa “lo que se hace en el tiempo libre”, porque para los filósofos griegos lo que se hacía en el tiempo libre era aprender… es decir, el aprendizaje estaba ligado al tiempo libre, al tiempo de disfrute…
Termino con otra cita de Gerver:
“La educación debe ser una celebración de lo que puede lograrse, de lo que puede llegarse a descubrir y crear. El proceso de aprendizaje debe incluir la capacidad de asombrarse y de maravillarse, debe estar lleno de posibilidades. Por eso las mejores aulas son aquellas que rebosan de alegría, son lugares donde los niños se sienten bien, relajados, y tienen interés por aprender, y donde los profesores, a su vez, disfrutan enseñando. Porque un niño feliz y relajado aprende dos veces más rápido que uno que no lo está”.
Nos toca a los adultos aprender y hacer….