Fernando Botella, CEO de Think&Action
En los numerosos eventos, ponencias y actividades que llevo a cabo por toda España me presentan de muy diversas formas. Experto en transformación digital, gestor del cambio organizacional, evangelista de la innovación, profesional del marketing, biólogo, showman, escritor, gurú, neurocientífico, coach, bloguero, conferenciante, músico aficionado, mago vocacional… Y aunque en todas esas etiquetas me siento retratado (en unas más que en otras), hay una con la que me siento particularmente identificado, ya que hace referencia a uno de las facetas en las que creo que más valor aporto a los clientes de Think&Action. Me estoy refiriendo a la de business trainer.
Sí, business (‘negocio’) trainer (’entrenador’). Curiosamente, esa dimensión de mi actividad es una de las que más choca a las personas que escucan por primera vez esos dos términos juntos. “¿Entrenador de negocios?”, preguntan perplejos. “Pero, ¿en las empresas se puede entrenar?”. La respuesta a esa pregunta me sale de manera automática y entre signos de exclamación: “¡No es que se pueda, es que es imprescindible!”.
Para explicar por qué es tan importante entrenar para lograr el éxito en cualquier actividad humana, y la empresarial no es una excepción, nada mejor que contar con la ayuda de mi buen amigo Toni Nadal, con quien he desarrollado la conferencia “Más allá del Entrenamiento”. Toni ejemplifica a la perfección el valor del trabajo duro y la perseverancia enfocados a la mejora continua y a la consecución de un objetivo. Todo el mundo tiende a pensar que los increíbles éxitos de nuestro gran Rafa Nadal son producto de su extraordinario talento. Y es cierto, pero solo en un 50%. El otro 50% lo aporta su capacidad de aprendizaje, su ética del trabajo y su determinación para mejorar. Y si un campeón tan extraordinario como Rafa Nadal necesita trabajar tan duro para conseguir sus objetivos, ¡imaginad la falta que nos hace al resto de los mortales!
De hecho, por sus muchas semejanzas con el mundo del deporte, el ámbito empresarial es uno de los que más necesidad tiene de entrenar. ¿En qué se basa la preparación de un directivo, un profesional o un equipo de éxito? Aunque cada caso es un mundo, hay varios puntos elementales que pueden aplicarse a casi cualquier escenario.
Uno de esos puntos es tomar conciencia de que el talento no es un elemento estático, sino que se encuentra en continuo desarrollo. Nuestras capacidades cambian, evolucionan, dejan de estar vigentes y necesitan renovación. Por esta razón, conformarse con los conocimientos actuales o creerse intocable porque un día fuimos los primeros de la clase es el principio del fin. Por muy buenos que seamos en algo, siempre necesitamos incorporar nuevas capacidades que complementen las que ya teníamos y nos permitan ser mejores en otras cosas. Rafa Nadal pudo conformarse con ser el mejor tenista en tierra batida de la historia (¡12 títulos de Roland Garros!). No lo hizo. Y de esa insatisfacción llegaron otros 7 grand slam en pista rápida. Si los demás nos aplicamos ese mismo principio en nuestro trabajo, no solo lograremos sorprender a nuestros jefes y clientes, sino que nuestra autoestima crecerá exponencialmente.
El dicho “la práctica hace al maestro” sigue siendo vigente y aplicable en cualquier contexto. Es obvio que para que si Rafa Nadal ha alcanzado tal nivel de precisión con uno de sus golpes más característicos, su celebre “banana shot”, no ha sido por casualidad o por un don divino recibido al nacer. Esa perfección es producto de miles de horas de entrenamiento y de golpear la pelota sin descanso hasta lograr imprimirle esa curva imposible tan característica. Este principio bastaría por si solo para argumentar la necesidad de entrenar en cualquier disciplina, pero con un importante matiz. Y es que la mera repetición no sirve para mejorar. Solo cuando se ‘reitera’ conseguimos avanzar y acercarnos a esa deseada excelencia. La distinción entre ambos conceptos radica en que mientras que ‘repetir’ es algo mecánico que no genera aprendizaje, la reiteración consiste en introducir pequeñas modificaciones a una misma rutina precisamente en busca de mejoras y cambios de perspectiva. Se trata de una diferencia abismal, la que hay entre reproducir robóticamente un procedimiento sin plantearse si es el mejor, o trabajar con mirada abierta en busca siempre de una mejor alternativa hacia el resultado final.
Contrariamente a lo que se suele pensar, la diferencia entre la mediocridad y la excelencia suele dirimirse en detalles que nada tienen que ver con el talento o la genialidad. Pero ese salto cualitativo lo aportan elementos que en realidad están al alcance de cualquiera: disciplina, perseverancia y capacidad de resiliencia para levantarse después de cada tropiezo. En otras palabras: no hace falta ser un Rafa Nadal para mejorar en nuestra profesión. Por supuesto que el talento ayuda, pero el mundo está lleno de ejemplo de gente muy brillante que se quedaron por el camino.
Por supuesto, no es un camino fácil. Por esa razón, la auto exigencia para rechazar las excusas y las justificaciones cada vez que no salen las cosas como nosotros esperábamos es otro de los ‘must’ del entrenamiento empresarial. Eso no quiere decir que debamos conducirnos por la vida como autómatas que ni sienten ni padecen. Al contrario, las relaciones personales entre los miembros del equipo, el afecto y el soporte emocional juegan un papel fundamental en todo proceso de mejora, ya que permiten asentar los progresos en entornos saludables y de confianza. Entornos en los que se reconocen y premian los progresos y no se eluden los problemas, siempre con voluntad de mejora continua.
De hecho, las habilidades sociales y de comunicación son unos de los aspectos que más necesitan mejorar las empresas, y en los que un entrenamiento especifico puede conseguir unos resultados más palpables. Porque a todos nos gusta tener a alguien en la grada observando nuestros esfuerzos y gritándonos un “¡Vamos, Pepe!”